Por: Ana Giró Petersen, Coordinadora para Guatemala, Iniciativa Arrecifes Saludables

El océano juega un papel esencial y generalmente no reconocido en la vida de las personas. De hecho, respirar sería imposible sin el océano, que produce la mitad del oxígeno de la Tierra. El océano es también un enorme activo económico que muchos de los países no han sabido valorar.

Alrededor del 90% de los bienes del mundo se comercializan a través del océano y según algunas estimaciones, la economía oceánica contribuye aproximadamente $1.5 billones de dólares al año a la economía mundial. Aun con esas cifras e importancia mundial, vemos es que la salud de los océanos está decayendo, se ven cada vez menos peces en los arrecifes y los corales están siendo dominados por algas que los asfixian y terminan matando.

Datos que alarman, pero a la vez motivan a presentar soluciones a las amenazas constantes que enfrentan nuestros océanos, soluciones que implican trabajar y actuar para tener océanos sanos. Lo que veo vital es el poder vincular la importancia que tienen los océanos a la economía de los países ya que la gran mayoría de veces esta vinculación no es clara, o no se logra ver.

Las inversiones en una economía oceánica sostenible no solo son buenas para el océano, sino, representan una excelente propuesta de negocio. Según el reporte de Ocean Panel sobre Economía Oceánica Sostenible (2020), invertir $2.8 billones de dólares en cuatro soluciones basadas en los océanos: producción de energía renovable, producción sostenible de alimentos (pesca sostenible), descarbonización del transporte marítimo internacional, y conservación y restauración de corales, pastos marinos y manglares; generarían un beneficio neto de $15.5 billones de dólares para el 2050, una relación costo-beneficio de más de 5 a 1.

Una economía oceánica sostenible, ayudará a mejorar la salud de los océanos y, por ende, de las personas. Si queremos océanos sanos debemos pensar en soluciones y actuar, no es fácil, pero tampoco es imposible.