
La esperanza para el mundo no es la vacuna, la esperanza para el mundo es el trabajo de las mujeres. Ese trabajo invisible que consume las pocas calorías de las que disponen las mujeres del campo y de la ciudad. Ese trabajo voluntario o no, al que las mujeres están sometidas más que todo en este tiempo de Pandemia. Las pocas mujeres que habían decidido alfabetizarse o estudiar en alguna escuela nocturna, pero desistieron (2020, 2021). ¿Cuánto le representará a la sociedad esta pérdida?
Pero lo que sí es seguro, es que las mujeres siguen cuidando a los enfermos de la casa, a las personas ancianas que ya les cuesta valerse por si mismas, cosa que no es difícil observar en los hospitales, o Centros de salud, quien va empujando la silla de ruedas o bien llevar del brazo a alguna persona que tiene dificultades para movilizarse por esta causa o por alguna discapacidad, es en su mayoría, una mujer.
Las mujeres, como en la Segunda Guerra Mundial, se harán cargo de las familias, pues las estadísticas que aún no tienen datos contundentes, constituirán la mayor cantidad de sobrevivientes al COVID-19. El ideal será que los gobiernos, reconozcan, las múltiples horas de trabajo que las mujeres invierten en el cuidado de la familia y que se les puedan resarcir para cubrir sus más ingentes necesidades, pues son la esperanza ara la sobrevivencia de la especie humana.