
Cada atropello contra las mujeres es una falta a sus Derechos. Todos los días en los espacios públicos y privados de carácter doméstico, laboral, político y social se descubre que los hechos violentos contra las mujeres son tantos y tan sutiles que aún no se tipifican. Las mismas mujeres por la falta de conocimientos sobre sus Derechos y por la necesidad de protección familiar, laboral y legal no desarrollan la cultura de la denuncia. Se ven sometidas a diferentes riesgos sin considerar que su rol en la sociedad es de amplia transcendencia y relevancia.
Las mujeres en su mayoría salen para el trabajo a pie o en transporte colectivo en la madrugada, esto, las pone en riesgo pues los cuerpos de seguridad no se encuentran a esas horas en las áreas más necesitadas y son vulnerables al acoso sexual , sin importar la edad, más, tomando en cuenta la falta de control sobre el trabajo infantil, asaltos, secuestros, violación y muerte.
En este tiempo de Pandemia, es cuando aumentaron estos casos, el subregistro es uno de los ocultamientos a la opinión pública. La violencia contra las mujeres de todas las edades se incrementó y la mayoría de victimarios son: conocidos, compañeros de trabajo, compañeros de vida, parientes explotadores, relaciones familiares violentas, patronos que desconocen la situación de inseguridad de las trabajadoras.
Pese a la existencia de la Ley Contra el Femicidio y Otras Formas de Violencia Contra las Mujeres, que en el Capítulo III MEDIDAS DE CARÁCTER PREVENTIVO y el capítulo VI OBLIGACIONES DEL ESTADO, hasta la fecha no se llevan a cabo.
Es penoso que el 25 de noviembre en Guatemala se quede únicamente en activismo conmemorativo y que no se concreten Políticas específicas relacionadas a la Prevención y a las Obligaciones del Estado.